Se entraba a escondidas, con el corazón acelerado; sabiendo qué venía después. Se valía hacer trampas, y hacerse el despistado. Siempre a oscuras, que en estos juegos, la luz les daba pánico. Y con el cuerpo helado sentían calor; pese a ser el colchón templado su único abrigo. Y sus manos. Con los labios sellados se hablaban; se arañaban como gatos y contenían gemidos sincronizados. Los pliegues adquirían importancia, las costuras ardían en el interior. El miedo y el vértigo crecían; mientras se cantaban canciones en silencio. El universo comprimido, sus almas se extendían; ríos de sudor y dicha empapaban el mundo. Reían llorando, en movimientos bruscos e incluso torpes, mordiéndose el ombligo, estirando los brazos sin lograr alcanzar el cielo. El dolor crecía, mil hormigas surgían de sus entrañas, y tenían que agarrarse fuerte el uno al otro para no caer a la nada. Y al límite del síncope se abrazaban; mano en boca para ahogar un grito callado. Un grito que les partía en dos, besando sus tímpanos sin hacer a penas ruido.Entonces se nublaba la estancia, calmando su sed; bebía ella de él y caían rendidos, bajo el techo cuarteado. Y sentía dentro una maraña, una congoja y un cangrejo, mientras se abrazaban con ansia, empapados, con cuatro quilos menos y cien años más de vida; llenos de monstruos, arco iris y nada de miedo. Mirando hacia arriba, dilatando verdades y mentiras hermosas; compartiendo sentimientos que no pueden ser descritos en un solo verso. En una burbuja extraña y caliente, y a la vez cada uno en una perspectiva distinta; fundidos en su aroma, sin fruncir el ceño. Los ojos cerrados; por fín sus dedos fríos deslizándose por su rostro lo dijeron:
"Te quiero."
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